En líneas generales, las stablecoins son criptomonedas cuyo valor está indexado a un activo o una canasta de activos, como por ejemplo, al de una moneda fiduciaria, lo cual le permite replicar un movimiento del valor de este y mantener un precio “estable” por unidad, el cual fluctúa muy poco en comparación a lo visto en los casos de Bitcoin o Ether.
Para lograr mantener esta propiedad, las stablecoins basadas en
divisas (como el dólar o euro) están debidamente respaldadas por reservas en dichas monedas o activos que representen su valor, en una proporción 1:1. En otras palabras, por cada 100 stablecoins que la empresa emisora acuña, debe tener US$ 100 de respaldo, ya sea en forma de moneda en una cuenta bancaria, o con activos que equivalgan a ese valor.
Pero más allá del respaldo con monedas fiduciarias, también existen otras
propuestas en las que el valor de la stablecoin podría estar debidamente
respaldado por valores, criptomonedas y otros activos, citando por ejemplo dos
casos bastante destacables:
Están aquellas como DAI, la cual está respaldadas principalmente por reservas en otras criptomonedas como Ether (ETH), lo cual permite a cada token mantener paridad con el dólar estadounidense en función del balance entre activos emitidos y fondos dispuestos como garantía.
También están los caso cómo PAX Gold, donde cada unidad de la moneda digital corresponde con una onza de oro, por lo que su precio guarda paridad con el reflejado en los principales mercados para el metal.
En ese sentido, aunque una stablecoin no necesariamente debería estar respaldada
en una moneda fiduciaria, actualmente las más populares del mercado operan
como sustitutos de las divisas ampliamente conocidas, siendo consideradas como
equivalentes a estas, pero construidas sobre tecnología Blockchain, las cuales
permiten realizar compras con total normalidad en los negocios y comercios que las
acepten como mecanismo de pago.
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